La dependencia patológica de Beatriz Valera se tradujo en cambios de humor, aislamiento y una mala relación con sus padres. Sus progenitores intentaron alejarla de las redes y empezaron a castigarla sin utilizar pantallas (móvil, tableta u ordenador). Estos castigos agravaron la adicción de Beatriz, que al final derivó en una depresión y en problemas graves de ansiedad por no poder conectarse a Internet.
Los adictos que reciben tratamientos suelen tener entre 14 y 30 años, según los psicólogos clínicos consultados. Se trata de miembros de la generación millennial, los nacidos en la era digital. Las chicas tienden a estar más enganchadas que los chicos. Beatriz Valera se siente identificada con este perfil. Lleva casi un año en tratamiento y ahora siente que ha empezado a recuperar el control de su vida. “Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que era una adicción”, reconoce. Hace poco tiempo que estrenó un nuevo móvil, pero, acorde con la terapia que está siguiendo, solo le dejan conectarse a Internet dos horas al día. “Ahora creo que muchos de mis amigos también están enganchados, aunque no lo saben”, añade. Para tratar a los tecnoadictos, lo primero es enseñarles el uso controlado del ordenador y el móvil, según Mariano Chóliz, profesor de Psicología especializado en adicciones tecnológicas. Más adelante se aplican tratamientos muy parecidos a los que se administran a drogodependientes, como separar a la persona del entorno en el que suele consumir. “Esto es muy difícil porque a veces necesitan el ordenador o el móvil para trabajar, y además hay conexión a Internet en cualquier sitio”, afirma José María Selva.